Repentinamente sonó un
coche pasar, seguidamente sonó una moto. Esto le hizo despertar lentamente,
aunque no levantarse, allí quedó mirando el techo en silencio mientras la vida
de la calle sonaba estrepitosamente. Lentamente empezó a moverse y a incorporarse
a su habitación hedionda y desordenada,
se puso unos harapientos pantalones y salió de su habitación. Mientras andaba
por el pasillo se cuestionó que comería ese día, el reloj marcaba las 15:17.
Una mugrienta cocina lo recibió, buscó una olla limpia pero parecía tarea
imposible, abrió la nevera pero no encontró gran cosa, así que decidió coger un
trozo de pan y poner rumbo al salón. Una vez allí apartó ropa sucia del sofá y
se tumbó mientras se comía el mendrugo.
Tras un rato, se volvió a
levantar para encender la televisión. Era hora de ver el resumen de los
partidos de futbol y las últimas novedades de los equipos. Su equipo había
jugado el día anterior y aunque vio el partido no podía evitar ver el resumen.
Atentamente observó la televisión hasta que llegó la publicidad, en ese
instante aprovechó para encenderse un cigarro, el cuerpo se lo estaba pidiendo
de forma que no tuvo más remedio que cumplir su deseo, le quedaba ya sólo uno,
quizás más tarde tendría que salir a comprar otra cajetilla. El programa de
futbol volvió a empezar y así pasó las horas hasta que el programa terminó. Con
un rugido de estómago se levantó del sofá y se volvió a dirigir a la cocina,
volvió a rebuscar, esta vez vio un paquete sin gastar de espaguetis, agarró una
olla y sin ni siquiera lavarla la llenó de agua y la puso a hervir. Mientras se
hacía volvió al sofá para seguir viendo la televisión, el reloj marcaba las
18:03, por lo que ahora estarían echando un programa de ligues. Tras un largo
rato viendo el programa, llegó la publicidad, entonces se acordó del agua de la
olla que puso a hervir, a toda prisa se acercó a la cocina para echar los
espaguetis en el recipiente. Volvió a irse al salón para hacer tiempo mientras
se cocían, pero esta vez la furiosa hambre que habitaba su tripa impidió que se
olvidara de la comida, así que pronto tuvo que coger el plato menos manchado
para contener a los ya cocinados espaguetis. Como no tenía ni tomate ni nata
para darle sabor a la pasta, le echó alguna especia que aún le quedaba, así
finamente retornó al salón en compañía de su plato.
El plato no le duró mucho
y se unió a los otros platos y desechos que habitaban la mesa del salón,
aprovechando la pausa publicitaria de la televisión cogió el teléfono para
llamar a su madre, tenía que pedirle algo de dinero para comprar tabaco. Tras
una larga discusión con su madre esta accedió a dejarle dinero, así que se
dirigió a su cuarto para coger una mugrienta camiseta que acompañase a su
harapiento pantalón, una vez vestido cogió las llaves y salió de su apartamento
rumbo a la casa de su madre.
No tenía reloj, se
preguntaba qué hora sería mientras caminaba por la acera, tenía que darse prisa
sino quería que le cerraran el estanco, así que se apresuró. Había poca gente
en la calle, pero en ese momento una mujer que iba camino a interceptar su
camino, se apresuró a cambiar de acera. No hubo más incidentes hasta llegar a
la casa de su madre, una vez allí, tocó el timbre varias veces. Tras una larga
espera, su madre abrió lentamente la puerta y sacó una mano por la pequeña
rendija que había abierto. Rápidamente cogió el dinero que le ofrecía aquella
mano y sin mediar palabra dio la vuelta para abandonar aquel sitio mientras se
escuchaban sollozos de fondo. Como una flecha lanzada a su objetivo, se dirigió
al estanco que había junto a casa de su madre.
Mientras se encendía un
cigarro, puso rumbo de nuevo a su sucio apartamento. Por el camino, no se cruzó
ninguna alma. Una vez en su apartamento, se tumbó en el sofá, no le hizo falta
encender la tele, se la había dejado encendida. En esta situación pasaron las
horas, miró su móvil con la pantalla rota, marcaban las 3:49 de la mañana y
nadie le había hablado. Se levantó y se encendió un pitillo mientras miraba por
la ventana.
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