domingo, 21 de septiembre de 2014

El Ocaso

Los rayos de sol del atardecer atravesaban los pequeños huecos que había entre las hojas de los árboles que tenía justo encima, hacía tiempo que no llevaba el control del tiempo, pero estaba seguro que estos eran los últimos del día, pronto oscurecería. Estaba sentado en mi trinchera junto a mis compañeros, se respiraba el primer momento de calma de los últimos meses. Sentado junto a ellos hablábamos de la situación, lo cierto es que no teníamos la menor idea de cuando acabaríamos, ni siquiera de la situación global en la guerra, es más no sabíamos si a la mañana siguiente seguiremos vivos. Aquí estaban, junto a la hoguera y junto a mí, Carlota, Cristóbal, Manuel, Arturo, José, Juan Antonio, Juanito y Beatriz. Somos todos los que quedamos del pelotón inicial, menos Beatriz que se unió luego, después de que todo su grupo fuera aniquilado. Junto a la hoguera hablábamos de nuestras historias y nuestro pasado, en su mayoría todos se alistaron, al igual que yo, porque no vimos otra salida en la vida, cuando éramos más jóvenes, el nivel de desempleo era muy alto y cada uno tratábamos de buscarnos la vida como podíamos, el ejército era una de las mejores opciones en ese momento. ¿Quién nos iba a decir que años más tarde íbamos a acabar en este inmundo agujero?, casi sin comida, bebiendo agua embarrada… y con la incertidumbre como única amiga.

Ya llevábamos al menos una hora hablando y aún se podía respirar tranquilidad, a Manuel todo esto le daba mala espina, los demás sólo tratábamos de disfrutar de este momento de tranquilidad, dios sabe cuándo volveremos a tener otro momento de paz. No habíamos parado en meses desde que empezó este maldito conflicto, no habíamos parado de perder compañeros, de sufrir, de no dormir más de dos horas para rotar y hacer guardias en el mejor de los casos, combatir en el peor. Afortunadamente, nuestra línea estaba bien aprovisionada y no nos habían cortado las rutas de suministros y seguíamos teniendo algo de comida (aunque muy racionada) y lo más importante, munición para seguir defendiéndonos de las envestidas enemigas. Hasta ahora sólo habíamos mantenido la línea, no habíamos avanzado, pero nuestra misión de mantener posición la hemos estado cumplido con cierto éxito.

Poco después llego el oficial al mando a nuestra posición, nos ordenó prepararnos porque íbamos a atacar, era la hora de avanzar posiciones, era la hora de la ofensiva. Nos levantamos rápidamente y cogimos nuestros fusiles, los limpiamos y preparamos como años atrás nos habían enseñado en la instrucción. Comprobamos el estado de nuestro equipamiento, la munición… Nos pusimos nuestra capa embarrada y a la señal comenzamos a movernos en dirección a lo desconocido, pronto saldríamos del bosque a una llanura despejada, aquí tendremos bastante menos cobertura si el combate se realiza en este lugar, pensé. Seguimos avanzando, ya había anochecido completamente cuando llegamos a la llanura, mi visibilidad era bastante escasa. Repentinamente un gran estruendo sonó y una fuerte iluminación cubrió el lugar y los cañones empezaron a gritar, acompañado de un coro de aullidos de fusiles. El primero en caer fue Cristóbal de una bala en la cabeza, poco pudimos hacer por él.

La noche era profunda, los estruendos y chillidos danzaban entorno a ella. Desde mi posición no conseguía ver al enemigo ni de donde atacaban, así que traté de ocultarme. Tras un instante, se incorporó a mi lado Beatriz.

–Hola –dijo ella.
–Hola –le contesté.
–No sé quién ha ordenado este ataque, pero es un suicidio, pronto estaremos todos muertos en la oscuridad –calló un instante. –y al final… ¿Para qué ha servido tanto sufrimiento?, ¿Para qué tanta tortura?, ¿Qué defendemos realmente?, ¿Había necesidad de venir a este maldito país a atacar?, ¿En qué nos ayuda todo esto? ¿No lo ves? Nos han usado de carnaza para descubrir la posición del enemigo, eso es todo lo que somos para ellos, meras herramientas para proteger sus malditos intereses. ¡Hijos de puta!, ¡No defendemos ningún pueblo!, ¡No defendemos ningún país!, ¡Atacamos para salvar el culo a esos cabrones! –Empezó a sollozar.

No pude evitar abrazarla para intentar calmarla, estaba llena de ira y de miedo, y con razón, había visto morir a todos sus antiguos compañeros y ahora se enfrentaba de nuevo a un destino similar en el mejor de los casos, o a la mismísima muerte en el peor. Así que estuve un largo rato abrazado a su figura delgada, lo cierto es que era bastante atractiva, también es probable que fuese guapa si no le cubriese el polvo y la roña que meses de actividad nos habían dejado de recuerdo. Con una mejor vida de joven y más oportunidades, seguro que no se habría visto obligada a alistarse y a pasar este sufrimiento atroz. En ese momento sentí mucha compasión por ella y por todos nosotros, ¡Qué poca importancia le damos a las decisiones que tomamos cuando somos jóvenes!, ¡Son realmente las que nos marcan de por vida!

Sentí un impulso por besarla y me deje llevar, la besé. Ella también se dejó llevar por la situación. Tras un largo beso, una explosión nos interrumpió, sonó muy cerca. Al parecer una granada había estallado a una corta distancia. Después de la explosión escuchamos un grito pidiendo ayuda, era la voz de Manuel, Beatriz tomó su fusil y se lo puso en el hombro, yo la seguí. Cuando llegamos al origen del grito, vimos a Manuel con las piernas separadas de su tronco, mientras se desangraba. Beatriz sin meditarlo, cargó el fusil y disparó a la cabeza de Manuel. El tiro delató nuestra posición y una ráfaga de metralla vino a buscarnos, afortunadamente no nos alcanzó y pudimos buscar cobertura detrás de unas rocas que había cerca.

Al colarnos detrás de la roca, vimos que una silueta ya habitaba el refugio, la silueta no parecía amistosa y me apuntó con su arma. Así, sin pasar mi vida ante mis ojos, ni ninguna de estas historias que se cuentan, me disparó. En ese instante Beatriz aprovechó para disparar su fusil contra la silueta. El tiro me alcanzó y tras un grito de Beatriz, me agarró. Eso evitó que callera al suelo, pero no evitó que el mundo que me rodeara se tiñera primero de rojo, y tras ser consciente que iba a morir en los dulces brazos de ella, el negro inundó el mundo.


martes, 16 de septiembre de 2014

NINI

Repentinamente sonó un coche pasar, seguidamente sonó una moto. Esto le hizo despertar lentamente, aunque no levantarse, allí quedó mirando el techo en silencio mientras la vida de la calle sonaba estrepitosamente. Lentamente empezó a moverse y a incorporarse a su habitación hedionda  y desordenada, se puso unos harapientos pantalones y salió de su habitación. Mientras andaba por el pasillo se cuestionó que comería ese día, el reloj marcaba las 15:17. Una mugrienta cocina lo recibió, buscó una olla limpia pero parecía tarea imposible, abrió la nevera pero no encontró gran cosa, así que decidió coger un trozo de pan y poner rumbo al salón. Una vez allí apartó ropa sucia del sofá y se tumbó mientras se comía el mendrugo.

Tras un rato, se volvió a levantar para encender la televisión. Era hora de ver el resumen de los partidos de futbol y las últimas novedades de los equipos. Su equipo había jugado el día anterior y aunque vio el partido no podía evitar ver el resumen. Atentamente observó la televisión hasta que llegó la publicidad, en ese instante aprovechó para encenderse un cigarro, el cuerpo se lo estaba pidiendo de forma que no tuvo más remedio que cumplir su deseo, le quedaba ya sólo uno, quizás más tarde tendría que salir a comprar otra cajetilla. El programa de futbol volvió a empezar y así pasó las horas hasta que el programa terminó. Con un rugido de estómago se levantó del sofá y se volvió a dirigir a la cocina, volvió a rebuscar, esta vez vio un paquete sin gastar de espaguetis, agarró una olla y sin ni siquiera lavarla la llenó de agua y la puso a hervir. Mientras se hacía volvió al sofá para seguir viendo la televisión, el reloj marcaba las 18:03, por lo que ahora estarían echando un programa de ligues. Tras un largo rato viendo el programa, llegó la publicidad, entonces se acordó del agua de la olla que puso a hervir, a toda prisa se acercó a la cocina para echar los espaguetis en el recipiente. Volvió a irse al salón para hacer tiempo mientras se cocían, pero esta vez la furiosa hambre que habitaba su tripa impidió que se olvidara de la comida, así que pronto tuvo que coger el plato menos manchado para contener a los ya cocinados espaguetis. Como no tenía ni tomate ni nata para darle sabor a la pasta, le echó alguna especia que aún le quedaba, así finamente retornó al salón en compañía de su plato.

El plato no le duró mucho y se unió a los otros platos y desechos que habitaban la mesa del salón, aprovechando la pausa publicitaria de la televisión cogió el teléfono para llamar a su madre, tenía que pedirle algo de dinero para comprar tabaco. Tras una larga discusión con su madre esta accedió a dejarle dinero, así que se dirigió a su cuarto para coger una mugrienta camiseta que acompañase a su harapiento pantalón, una vez vestido cogió las llaves y salió de su apartamento rumbo a la casa de su madre.

No tenía reloj, se preguntaba qué hora sería mientras caminaba por la acera, tenía que darse prisa sino quería que le cerraran el estanco, así que se apresuró. Había poca gente en la calle, pero en ese momento una mujer que iba camino a interceptar su camino, se apresuró a cambiar de acera. No hubo más incidentes hasta llegar a la casa de su madre, una vez allí, tocó el timbre varias veces. Tras una larga espera, su madre abrió lentamente la puerta y sacó una mano por la pequeña rendija que había abierto. Rápidamente cogió el dinero que le ofrecía aquella mano y sin mediar palabra dio la vuelta para abandonar aquel sitio mientras se escuchaban sollozos de fondo. Como una flecha lanzada a su objetivo, se dirigió al estanco que había junto a casa de su madre.


Mientras se encendía un cigarro, puso rumbo de nuevo a su sucio apartamento. Por el camino, no se cruzó ninguna alma. Una vez en su apartamento, se tumbó en el sofá, no le hizo falta encender la tele, se la había dejado encendida. En esta situación pasaron las horas, miró su móvil con la pantalla rota, marcaban las 3:49 de la mañana y nadie le había hablado. Se levantó y se encendió un pitillo mientras miraba por la ventana.

domingo, 20 de octubre de 2013

En la oscuridad

La luz de la luna bañaba la calle por la que iba paseando. La brisa nocturna acompañaba a las débiles gotas de lluvia que poco a poco iban cayendo del cielo. Una noche perfecta, pensé. Mientras miraba el oscuro cielo, en el cual se ausentaban las otrora alegres estrellas, avanzaba lentamente por la calle.

A la vez que avanzaba, las gotas de lluvia empezaban a caer con más fuerza. De repente, volví a sentirlo. Ahí estaba de nuevo, ese sentimiento de soledad volvía a invadirme, ese vacío interior que nunca me había abandonado del todo, mi compañero fiel.

Legué a mi portal, seguía aumentando la fuerza con la que caía la lluvia. En ese momento, sentí la necesidad de seguir caminando bajo la hermosa luna que esa noche visitaba el cielo. Me guardé las llaves en mi bolsillo y me adentré de nuevo bajo la lluvia, caminé, caminé y me empapé, pero mi compañero fiel seguía en mí. Seguí caminando un largo rato hasta dar con un banco, un solitario banco. Me senté, total ya no importaba, estaba empapado hasta el alma. Debía ser bien entrada la madrugada, pensé, ya que no he visto una sola alma en la calle.

- ¿Por qué me siento vacío? -Le dije a la oscuridad que me acompañaba.

Esta vez mi compañero fiel, se hizo notar con más fuerza, es como si supiese que le había hablado. Así que seguí allí sentado y pensando en mi vacío interior. ¿Qué es exactamente este sentimiento? ¿Qué es este vacío, por qué lo siento? No estoy sólo pero me siento sólo... ¿Acaso no tengo amigos? ¿Acaso no tengo familia? Claro que tengo, no estoy sólo, ¿Entonces por qué me siento sólo?
Brrrrrrrrrrrr.
Un trueno interrumpió mi pensamiento mientras iluminaba el cielo. Debería volver, pensé, aunque total, mañana me levantaré resfriado igual. Así que continué allí sentado un largo rato más. ¿Qué más podía hacer?

Prácticamente, esta sensación me había acompañado toda mi vida. Había crecido junto a mí y mientras más pasaba el tiempo su fuerza se incrementaba y la desmotivación se apoderaba de mí. Prácticamente ya no me motivaba nada. Hago las cosas porque tengo que hacerlas, no porque me motiven. ¿En qué momento dejé de hacer cosas que me gustaban? Es más ¿alguna vez he hecho algo que me interesaba? Pasé entonces a recordar mi vida, y en ese momento me di cuenta que no recordaba algo que me motivara, no lo recuerdo. Estudié porque tenía que hacerlo, era bueno para mi futuro, decían, luego empecé a trabajar. Todo el mundo tiene que trabajar para vivir, ¿no? Todos lo hacen, entonces... ¿Por qué me siento así?

Tras un largo rato, dejó de llover. Pero yo aún no tenía ganas de moverme de mi empapado banco. Una suave brisa empezó a tocarme lentamente, haciendo que gracias a la humedad en la que me encontraba, un frío horrible me calara hasta en los huesos. En este momento, lo entendí todo.

Me levanté empapado y comencé el camino de vuelta, de nuevo bajo la hermosa luz de la luna. Qué hermosa era la luna, me quedé otro buen rato mirándola, esta vez desde el portal, hasta que finalmente el sueño me inundó. Decidí entonces irme a dormir.

Creo que por primera vez en mi vida, mientras subía las escaleras para volver al piso, mi compañero fiel perdió un poco de fuerza en mí. O quizás sólo era la locura que se apoderó completamente de mí.


Me presento.

Bueno, pues antes de empezar a publicar relatos que menos que presente este blog.

¿Para que creo este blog? Si han leído el titulo estoy seguro de que ya lo sabrán, el motivo no es otro que el de escribir relatos.

¿Relatos de qué? ¿Algún tema en especial? Pues la verdad es que no, simplemente lo que se me pase por la cabeza en el momento que esté escribiendo. Mi idea es que tengan pequeñas moralejas o alguna connotación filosófica de trasfondo.

¿Por qué hacer esto? Anoche por un motivo u otro me desvelé, y sabe quien me puse a escribir un relato. Sentí la necesidad de compartirlo.

¿Qué es un relato? o al menos, ¿Qué considero yo un relato? Pues no es más que una pequeña historia, de una o dos hojas de folio. Podría considerarse un micro-cuento o micro-relato, aunque personalmente considero un micro-relato como algo más corto. Qué cada uno los llame como quiera.

¿Cada cuanto tiempo publicaré uno? Pues mi idea al menos en principio, es publicar uno aproximadamente cada dos semanas. Si intento hacerlos con más frecuencia, probablemente se me pasarán y dejaría de escribirlos, lo mismo si intento hacer menos. Creo que es lo optimo, al menos en principio.

Con esto doy por concluida la presentación, en breve pondré mi primer relato.

Un abrazo a todos.